La imagen de gente en el metro con la cabeza gacha mirando el móvil es ya un cliché. Sinceramente, dudo que en otras épocas la gente estuviera hablando como si nada con la primera persona que se cruzara en un vagón o en un pasillo y se desarrollaran historias novelescas de la nada.
Sin embargo, cualquiera que fuese nuestro impulso natural a hablar con otra persona en un momento de aburrimiento, claramente éste se ha visto reducido notablemente en favor de esas cabezas gachas.
Pero, ¿qué mira la gente? ¿de veras todo el mundo tiene algo interesante que ver durante casi todo el trayecto, o es simplemente una pulsión automática de trastear con el móvil para evitar aburrirse?
Digo esto porque en demasiadas ocasiones me he visto replicando esa misma actitud: sacando el móvil sin una motivación clara. Sin saber qué uso le voy a dar una vez lo encienda. Y resulta algo absurdo. ¿Para qué quiero abrir Whatsapp si no tengo mensajes que leer ni intención de enviar ninguno? Lo mismo aplica a Instagram, Youtube, y otras tantas apps que ya he abierto tres veces en los últimos 15 minutos sin nada específico que ver o hacer.
Y esto puede ser una forma eficaz de matar un rato corto en el metro, pero muchos lo hacemos ya de forma casi automática, ya sea andando por la calle, tirados en el sofá, o incluso cuando estamos con amigos. Recuerda a ese hábito de los fumadores que tienen casi siempre un cigarro en la mano o quienes sujetan permanentemente una copa en una fiesta.
Se supone que la tecnología y sus diferentes usos están pensados para sernos de ayuda y apoyo, pero si nos acostumbramos a que su uso, particularmente en la forma del smartphone, se convierta en un resorte automático sin fundamento ni reflexión, entonces nos arriesgamos a que ésta se aproveche de nosotros, y no al revés.
Recientemente activé en mi móvil una alerta para bloquear la app de Instagram si pasaba de un uso de hora y media diaria, pero siempre tienes la opción de saltártela, de modo que no ayudaba mucho. Por ello, me descargué una app – suena irónico, lo sé – llamada “OneSec”, la cual, cada vez que abres una app determinada, pausa su apertura y te pide que te tomes unos segundos para reflexionar si realmente quieres o necesitas abrirla. Qué decir, llevo una semana sin llegar a recibir la alarma de tiempo de uso.
¿Y esto porque es? Pues porque esos segundos te dan tiempo para pensar, para respirar y entender qué estás haciendo y por qué. Esos pocos segundos son más que suficientes para que te des cuenta de que no hay realmente nada que quieras ver, y por tanto, nada que te vaya a aportar.
Y esa es la clave de todo esto: pensar. Pensar si en lugar de utilizar apps sin fundamento podrías estar haciendo otra cosa, ya sea con el móvil o sin él, pero sabiendo, en todo momento lo que haces y porqué. La tecnología se ha convertido en una parte indisociable de nuestras vidas, y eso no es un problema, pero debemos ser conscientes de cuando empezamos a perder el control sobre ella, y apps como OneSec pueden ser de mucha ayuda.